miércoles, 6 de octubre de 2010

Alucinógeno

Voy en piloto automático, no me detengo a admirar el paisaje. Sin ganas de levantarme, sin ganas de caer, sin oportunidad de ganar o de perder. Recorro las calles sin despertar por completo y en medio del sonambulismo te oigo susurrar mi nombre, siento como tus manos me llevan lentamente al borde de un abismo. Me empujas hacia la nada y no siento vértigo, no hay reacción, excepto por el leve cuestionamiento de si mis pies tocarán el suelo o si acaso flotaré hasta desintegrarme y convertirme en pequeñas partículas. La anestesia es muy poderosa, pero no recuerdo haber recibido alguna dosis. Se me dificulta escapar debido al adormecimiento, o tal vez no quiero huir, tal vez sólo quiero lanzarme sin red de protección a donde sea que me lo pidas. Cegado por la adrenalina y el intoxicante aroma que desprendes al hablar, el más efectivo alucinógeno que haya podido probar. Los demás se mueven creando círculos a nuestro alrededor, desaparecen sin dejar rastro al transcurrir unos minutos. Contemplo el agujero negro ante mis ojos. Me concentro en tus deseos y me entrego sin pensarlo, sin dudarlo ni un segundo. No sé si saltaré directo a mi destrucción y te convertirás en un vago recuerdo. No sé si despertaré y tu rostro seguirá acechándome, si tu presencia seguirá dominándome y usándome a su antojo.